Ali Sadpara, un caballero en la montaña
He quedado con Ali Sadpara en la Tasca, acaba de llegar a Tenerife y tenemos apenas dos horas para preparar la charla que celebraremos por la noche. Me recibe con ese saludo que siempre me ha fascinado tanto de los hombres del Norte de Pakistán, inclina un poco su cuerpo y coloca la mano derecha en su corazón.
Muhammad Alí , conocido como “Ali Sadpara” porque viene de la zona del Lago Sadpara, cerca de Skardu, es uno de los grandes escaladores de la historia de Pakistán y del alpinismo a nivel mundial. Saltó hace unos meses a las portadas de las revistas especializadas en montaña cuando coronó, junto a Alex Txikón y Simone Moro, la primera invernal del Nanga Parbat en febrero de 2016. Pero además, este ascenso significaba para él, el convertirse en la primera persona del Planeta en subir tres veces la “Montaña Asesina”, los veces anteriores en verano.
Comienza a hablar, de forma pausada y tranquila, transmite paz. Cuenta que es el pequeño de una familia de tres hermanos, dos chicos y una chica. Recuerda que su padre trabajaba para el Gobierno y quería que sus hijos ante todo tuvieran educación. Cuando era un crío soñaba con ser futbolista, era especialmente bueno e intentó ir a Islamabad para jugar en un equipo de la ciudad, su padre se negó por completo. Ya había agotado sus becas de estudio por lo que se tuvo que poner a trabajar.
Desde que era niño siempre ha estado en las montañas de la zona de Sadpara. “Me gustaba la montaña y muchos de mis amigos ya trabajaban como porteadores”. Con 18 años participa en su primer trekking como porteador, esto le lleva a conocer esas montañas tan bellas de las que tanto había oído hablar. Se enamoró por completo de esos paraje y supo que su futuro estaría allí.
Nos dice los duro que fueron esos años, quería trabajar en una expedición que le permitiera escalar pero no lo cogían porque no tenía experiencia como escalador. En 2004 llegó su oportunidad. Una expedición coreana organizó un viaje para limpiar el K2 y se embarcó con ellos. Con una frescura que impacta, nos cuenta que en su primera escalada aprendió a ponerse los crampones y los arneses en la Campo 2, eso “me permitió llegar hasta el Campo 3”, nada más y nada menos que de la segunda montaña más alta del Planeta. Dibuja una sonrisa. Le digo que para hacer eso debe tener un don, algo en su cuerpo debe ser especial. Pero Ali afirma que es “la combinación de condición física y también mente”. Pero que por encima de todo en aquella ocasión cree que era «el poder aprovechar la oportunidad que tanto había buscado».
Nos cuenta algunas de sus aventuras:
En el año 2006 se lanza a subir su primer 8.000, el Gashebrum II, -su cara se ilumina cuando recuerda esta ascensión-. Ese mismo año corona el Spantik en solitario a través de una nueva ruta que se bautizó con su nombre.
En 2008 asciende por primera vez al Nanga Parbat por la cara Diamer, y el Muztagh Ata, abriendo una nueva vía, la ruta Ali Sadpara, en esta montaña situada en China de 7.546 m de altura. Se para y suelta una carcajada. “Recuerdo que en la subida al Muztagh Ata nos dijeron que habían dos Campos 3 uno más abajo y otro más arriba. Les recomendé a mis clientes subir al más alto. Yo iba delante y empecé a caminar, y subí y subí hasta llegar a lo que yo pensaba que era el C3. Allí había una expedición, que se quedaron muy sorprendidos de verme con mi carga de 30 kilos. Les pregunté si ese era el campo 3 y me dijeron que no, estaba en la cima”. Vuelve a reir.
Ese mismo año, 2008, equipa en invierno para los polacos el Broad Peak en invierno hasta el C3.
En 2009 sube de nuevo al Nanga Parbat Peak en la expedición en la que el portugués Joao García lograría sus 14 ochomiles.
En 2010, corona el Gashebrum I e intentó, sin suerte el Broad Peak en invierno.
En 2012, asciende de nuevo el Broad Peak y participa en la expedición invernal del Gashebrum I. Su cara cambia cuando recuerda a su amigo y vecino Nissar Hussein que desapareció junto a Gerfried Göschl, Cedric Hählen. Cuenta que se cruzó con él en Sakardu. Ali se había congelado y lo evacuaron en helicóptero. Nissar y su expedición salían en helicóptero hacia el GI. “Le pedí a Nissar que no subiera, el tiempo no es bueno. Me dijo que le diera saludos a su familia y se fue”. Fue la última vez que habló con él.
Hacemos una pausa, demasiadas emociones. Ali habla de la importancia de la seguridad, de saber medir el riesgo y de hasta dónde vas a poder llegar. “Yo no me la juego, tengo cuatro hijos”, afirma. Explica con todo tipo de detalle la importancia de una buena aclimatación, insiste en que ese el secreto.
En 2015 participa en la invernal del Nanga Parbat junto a Alex Txikon, pero en esa ocasión no lograron llegar a la cima. Fue una expedición dura y a medida que bajaba tuvo claro que abandonaría las expediciones invernales. “Son muy complicadas, implican mucha destreza, el frío es terrible y el viento multiplica mucho más ese riesgo. Cuando llegué a la primera aldea que se encuentra después del campo base, había muchos niños que vinieron a recibirme con sus familias. Me decían que era una pena que no hubiera llegado a la cima, estaban llorando”. Eso hubiera ayudado a impulsar de nuevo las expediciones al Nanga Parbat, que tan tocadas quedaron después del atentado de 2013.
“Cambié por completo mi decisión de dejar las ascensiones invernales y pensé que lo intentaría una vez más, les prometí que volvería el próximo año pero que necesitaba que rezaran por mi”. En febrero de 2016, lo consigue. Dice que estando allí, en lo alto del Nagan Parbat, “las primeras personas en las que pensé fueron aquellos niños y sus familias a los que les había prometido volverlo a intentar”. Pensaba en todas la expediciones que se animarían a venir ese verano y por eso personalmente se reunió con las autoridades de GIlgit-Baltistán, para exigir más medidas de seguridad para los escaladores. “Este verano han habido muchas expediciones en el Nanga, el tema de la seguridad ha funcionado de forma excelente”. Esa sonrisa picarona se vuelve a dibujar en su cara.
Ali hace hincapié en que los turistas sigan visitando Pakistán. «Necesitamos que sigan viniendo al Karakorum, vivimos del turismo y sin trabajo no podemos mantener a nuestras familias, no podemos pagar los estudios de nuestros niños y niñas”. Continuamente habla de la importancia de la educación. Pakistán está cambiando poco a poco, las nuevas generaciones están impulsando esta transformación, los chicos y chicas quieren ir a la universidad, luego trabajar y después formar una familia. Aún quedan grandes pasos pero cada vez más se aprecia ese cambio.
Le cuento que sólo algunas de estas hazañas están descritas en Wikipedia, y no con el nivel de detalle que se merece, con una media sonrisa y una humildad tremenda, se sorprende que su nombre aparezca en la gran enciclopedia digital.
Ali habla de muchos alpinistas y escaladores, de diferentes lugares del mundo, siempre con admiración, siempre con prudencia, me asombra ese respeto, ese compañerismo.
Ali en varias ocasiones se ha dado la vuelta, renunciando a la cumbre para ayudar a compañeros o compañeras que detrás no lo estaban pasando bien. Ha participado en numerosos rescates la mayoría con éxito, pero recuerda con especial tristeza e impotencia el rescate del Latok II en 2010. “Después de llegar al campo base en helicóptero, intentamos subir, pero el tiempo cambió, era muy peligroso, el viento hacía imposible que nos acercáramos”.
En las alturas siempre se ha sentido bien. “Tu cuerpo y tu cabeza están pesados, no te apetece comer ni beber, pero me obligo a hacerlo así me siento bien”.
Nunca ha entrenado. “Paso unos seis meses en campos base de altura, cuando regreso a casa trabajo muy duramente en la granja familiar que tengo en Sadpara y Deosai, casi siempre a 4.000 m de altura. No puedo estar quieto, o estoy trabajando en el campo, o ayudando a mi mujer en casa”.
Hablamos de religión y esas palabras que tantas veces he oído pronunciar a Sher Ali, dueño del Hotel Concordia de Skardu, también salen de su boca “da igual que seas musulmán, cristiano, shina, sunita, chiíta…para ser un buen ser humano lo importante es lo que tienes aquí”. Apunta hacia su corazón.
En una noche mágica en Rakaposhi, Ali nos cuenta su historia, a pesar de que la exposición se alarga hasta casi dos horas (con traducción incluida), nadie se mueve, lo escuchan atentamente. Sadpara acaba bailando una danza balti y se despide volviendo a insistir en la importancia de la educación. Me ha dicho un pajarito que canta muy bien y se ríe diciendo que “es verdad, pero solo por encima de los 4.000 m”.
En breve participará en el Festival Internacional de cine de montaña y aventuras Mendi de Bilbao y de ahí se lanza a nuevas aventuras.
Para verano ya tiene otras aventuras programadas, “Acompaño, para ayudar un poco, a una expedición de tres escaladoras pakistanies, dos de Shimshal y una de Hunza. Van a escalar el Broad Peak. Es un proyecto que me hace mucha ilusión por todo lo que implica”. Después se irá al K2, su montaña favorita, cuenta los días para que llegue ese gran día.
Ali Sadpara sueña con ser el primer escalador pakistaní en subir los 14 ochomiles. Seguir disponiendo de patrocinios para estos viajes es fundamental. Después de unos días en Tenerife, compartiendo risas, historias y nuevas experiencias con este gran caballero de la montaña, esperamos, de todo corazón, que llegue a cumplir este sueño y los otros tantos que tiene planeados.
Desde ahora miraremos a esas grandes montañas de otra manera, seguiremos sus aventuras y nos sentiremos unos privilegiados cuando en Pakistán o quién sabe dónde, nos sentemos a compartir una taza de té, a recordar entre risas estos días en Tenerife y a planear nuestra acampada con nuestras familias al plató del Deosai.
Ali gracias, gracias y gracias!!!
Fdo: Sonia García Fariña